Algunos dirán que se trata de la traducción casi literal del very much: muy mucho, bien mucho. Otros, que es una expresión tapatía de raíz. Concepto que aumenta lo que ya está aumentado, con una combinación de dos adverbios de cantidad, lo que resulta redundante pero eficaz en el habla de la ciudad. A los tapatíos no les alcanza con que algo sea “mucho” en cantidad o intensidad. Siempre hay posibilidad de decir que hay bien mucho ruido o que algo duele bien mucho: “Me espanté bien mucho”, “Había bien mucho lodo en el camino”, “Me duele bien mucho la cabeza”.
El DRAE lo hace provenir del vasco buruka: “lucha”, “topetazo”, y sinónimo de bulla y algazara. En el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, de J. Corominas y J. A. Pascual, se lee que volver boruca un asunto es “enredarlo o entretener su resolución con ardides y artimañas”. Lo comparan con baruca, “enredo de que se usa para impedir el efecto de alguna cosa”. María Moliner añade boruquiento como sinónimo de alborotador o bullicioso. En el español coloquial del occidente mexicano boruca es enredo: “¡No me metas boruca!”, y también palabras ininteligibles: “¿Qué boruquero dices?” Los bebés que apenas aprenden a hablar dicen borucas.
Sustantivo que refiere un problema o una incomodidad. Poner pereque es ponerle palos a la rueda pero con sonido de tra–bar. Se usa de manera coloquial para indicar un hecho molesto. “¡Oiga, no ponga pereque por todo!”. Alguien perequero es alguien problemático. También se utiliza como sinónimo de chanza o broma. En Colombia hubo un programa de humor político llamado El pereque, al parecer porque los políticos en nuestro país son los que más pereque ponen a la solución de los problemas.
Es el resultado de una fórmula matemática que el tapatío lleva en su sangre, y que no necesita cálculos complicados, pues es la misma entraña la que sopesa, mide y empuja la urgencia de soltar un “¡Qué recio!”. La misma fórmula aplica a “¡Date la recia!”, expresión proveniente de los criollos que encontraron las tierras tapatías muy difíciles de trabajar. El término se fue conformando del sentido de lo vigoroso y violento, mezclado con una nostalgia de las tierras fértiles del Viejo Mundo que, entre lagunas y ríos, se araban a gran velocidad. Para el tapatío sólo significa darse prisa extrema.
El “pura vida” de los ticos, de los costarricenses, es una expresión que surgió a finales de los años 40 del siglo veinte. Es el reflejo festivo de una forma de ver la vida cotidiana, como si no hubiera un mañana, como si hacer planes fijos y tortuosos perteneciera a una disciplina dura y sin misericordia. Es pura vida nacer y morir, ganar y perder, la reconci- liación y la venganza, la paz y la guerra, la mueca o la sonrisa, el triunfo o la derrota, la felicidad o la tristeza. Costa Rica es el país más feliz del mundo, porque son pura vida, la resignación y la aceptación del aquí y del ahora.
Expresa el resultado de la acción de reflexionar, meditar sobre algún asunto con razonamientos de naturaleza filosófica. Giro pintoresco, ampliación metafórica del castellano “pensamientos”. Manifiesta el fruto de razonamientos profundos, generalmente íntimos, del tapatío. Conjunto de ideas más cercanas a las emociones y los sentimientos que a conceptos abstractos. En Jalisco es la forma popular de expresar la consecuencia de filosofar. “Compártenos tus piensos sobre el amor”. “Pasé la tarde leyendo piensos de autores que me recomendaron en mi clase de yoga”. “Cuando hablo contigo siempre me dejas con muchos piensos”.
Dicen que hay una gran diferencia entre lonche y torta, y una más extrema entre torta ahogada y lonche bañado. Los lonches se preparan con bolillo fleiman, suave, apenas con sal. Los lonches del Santuario son mitades del pan, servidas con lomo o pierna o panela, y bañadas en una salsa de jitomate con orégano. Hay los otros lonches, auténticos si se les agrega crema de rancho, chile jalapeño, lomo, aguacate y una pizca de sal de grano, dejada caer al desgaire. El Síndrome del Jamaicón tiene como causas extrañar a la madre, las tortillas y el chile. Yo creo que el verdadero síndrome es el que se siente cuando es difícil encontrar un buen fleiman para preparar un lonche, bañado o no. Así sea.
Válvula de retención para aljibe que tiene filtro de malla para evitar el vacío, mantener el flujo de agua sin interrupciones y asegurar el funcionamiento de la bomba hidráulica. Tubo cuasi infinito que le ayuda a la bomba con la ingrávida labor de subir agua del aljíber al tinaco. “¡Ya se chingó la pichancha, mano!” También se usa en sentido figurado: “A este compa se le madreó la pichancha, nomás no da una”.
Verbo que amalgama una expresión onomatopéyica de los arrieros: ¡Arre!, con el verbo empujar. En el habla popular es frecuente que se utilice como sinónimo de impulsar, promover, inducir, apoyar, etc. En el discurso político connota “dar el espaldarazo”: “Compadre, para las próximas elecciones arrempújeme, recuerde que yo lo hice fuerte con dinero pa’ su campaña”.
En el argot popular significa empleo o trabajo: “¡Ya tengo pincha!” “¡Esto del Jergario es una pincha intelectual!”. Labor: “¡Tremenda pincha que hiciste!”, “¡Sí, la pincha en la Luna nos quedó buenísima!”, “¡Tengo una cantidad de pincha!”. Lugar de trabajo: “Me voy pa’ la pincha”; “¿Aquí es tu pincha?”. Empeñarse en algo: “Estoy pinchando en vivir del cuento”; “¿Si yo pincho mañana, tú explotas?”. Intentar conseguir algo de alguien: “¡A este hay que pincharlo duro pa ́que hable!”; “Eso de estar pinchando a la gente, no es mi pincha”.
Frase corta que reflexiona sobre los usos y costumbres y trastoca los clichés, lugares comunes y frases sobadas; es una reconstrucción del lenguaje ordinario, para convertirlo en una sorpresa feliz. El periquete –pariente del aforismo y la greguería- fue introducido en Guadalajara por Arturo Suárez, alias “Arduro Suaves”, fundador y conserje del Club de Periqueteros Solitarios de Occidente, Asociación Banal, a finales de los ochentas. Y como dijo el periquetero anónimo: “ya agarraste por tu cuenta las palabras”.
A origem parece ser ameríndia e significa Dzgentedz, Dzpessoadz, Dzeudz, conforme a língua (aparece em guarani, quéchua, mapuche). Na forma espanhola é Dzchedz e se pro- nuncia exatamente como entre os brasileiros do sul, que escrevem com um T inicial, para a palavra explodir na pronúncia. O barulho combina com seu uso: no Rio Grande do Sul é comum empregar o Dztchêdz como forma de chamar alguém, especialmente os homens: "DzTchê, me esclarece um negócio aqui". Ou para marcar o espanto: "DzMas, tchê, como é que isso foi acontecer?" Ou ainda para se congratular enfaticamente: "DzTchê do céu", que beleza esse teu texto!
Un descachile es un tremendo desorden en la organización temporal, un programa o agen- da, o en cualquier espacio físico, por ejemplo, un ropero, una habitación o un patio. Del sustantivo descachile deriva el adjetivo descachilado para designar a una persona desor- denada o un sitio desorganizado. El descachilado típico no pasa inadvertido porque anda por la vida despeinado, con la ropa descuidada o mal elegida para la ocasión, se olvida de todo por el camino, llega tarde a sus compromisos con la frescura de quien lleva una vida impecable y deja rastros de su desorden por donde va.
Más que pintoresca o bárbara, esta locución sustantiva y polisémica se utiliza para extender una idea como lo hace el etcétera, con la intención de abundar sobre un mismo concepto, generalmente negativo. “El góber no da una, pierde alcaldías, recursos, amantes y puras desas”. Utilización figurada cuya intención es dar la idea de repetición o redundancia de un mismo asunto a un momento o acción determinada. “En lugar de alzar su pieza se puso a chatear, ver videos y puras desas”. “Saca a tu nuera de la cocina, hizo grumos la capirotada, quemó las jericallas y puras desas”.
Prótesis para la máquina dura, para esos camperos que eran hechos como tractores, para la trocha. Levanta las carnes blandas atravesadas, amarra el mercado, soporta las exploradoras, ancla el gancho para salir del barro. Era la aumentación de la máquina para abrir camino en el campo. Pero las fábricas ya no hacen mecanismos duros, la parte frontal de automóviles y camperos se rompe para transmitir el impacto a la parte de atrás. En estos cañones de cristal, el mataburro es un ornamento cromado, la exaltación de la exageración y la protuberancia, es peso muerto, la cereza de plástico sobre el pastel, un destilado de cultura narco, un souvenir nostálgico del pasado arriero, la defensa rígida y cromada contra todo sentido común.
En su Diccionario Lunfardo, el escritor José Gobello reseña que la palabra chabón es una síncopa del español chambón que se utilizaba tradicionalmente para descalificar a aquellas personas escasas de habilidad o muy torpes. Actualmente podemos sostener que aquel chabón peyorativo, insultante y descalificativo que se empleaba para agraviar a otra persona, en los primeros años del siglo xx, en la ciudad de Buenos Aires, ha ido mutando a un término amigable, inofensivo y que sólo sirve para dirigirse a alguien reem- plazando temporalmente su nombre.
Desde la década de los 80 se utiliza esta palabra de manera coloquial como una expresión de sorpresa, admiración, negación, enfado, alegría o tristeza. Se identifica su intención de acuerdo al contexto en la que se usa. En ocasiones el tono se puede alargar para modular la expresión: “¡Chaaale, me robaron mi carro!”. Esta onomatopeya se utiliza mucho en México, como dice Jaime López: “Ya chole chango chilango que chafa chamba te chutas no checa andar de tacuche y chale con la charola”.
Todos os brasileiros usam o sus. Crianças vacinadas em campanhas; população protegi- da por intervenções organizadas pela vigilância epidemiológica para combater epidemias; alimentos, medicamentos e outros. Esses são exemplos que trazem a marca do Sistema Único de Saúde, criado por meio da Constituição de 1988 e vinculado a uma ideia central: todas as pessoas têm direito à saúde. O sus supõe uma sociedade solidária e democrática, movida por valores de igualdade e equidade, sem discriminações ou privilégios. Apesar de suas precariedades e dilemas, o sus representa uma conquista do povo brasileiro. De- finición: Adaptada do livro O que é o sus, de Jairnilson Paim.
Menino, avanço fascinado ao seu encontro. Majestosa, boia no rasinho da praia do José Menino. A cada passo marcado na areia fofa, me acelera o peito. Medo, excitação. Pés na água, na espuma rala das ondinhas, paraliso cara a cara com ela. Enorme, parecia. Têm cobras, a mãe martela na lembrança, não chegue perto. Firmo a vista, as imagino o solo da ilhota verde de árvores. Muitas árvores, pousada dos sagrados urubus que faziam da orla de Santos, morada desde o tempo em que aqui se falava o tupi. Das aves, restou o nome do lugar. Das cobras, ninguém as vê, mas estão lá. Cuidado, menino!
Bien podría ser una especie de epítome de los mosongos el nunca producir resultados, porque de que buscan, buscan algo, aunque no precisamente en la misma senda que aventureros y vanguardistas, sino que su búsqueda es la del mirón, la del pajolero nomás. Y a veces ni eso. ¿Mudo por elección tenaz, atónito nato, hastío genético...? Está bien, pero ¿alguna vez podrán adentrarse en su mosonguez sin ningún reproche de los que nos quedamos de este lado, todos sociabilidad y corrección política?, porque el reproche hacia esta especie viene justo de ahí: de la impotencia de uno mismo por no poderse quedar en paz, al margen del drama social o de la “sana convivencia” y, además, tan fresco, que es lo que enchila.
Entre los tapatíos, una bachicha presenta formas diminutas de color blanco o café claro, y demuestra un comportamiento contrario a las leyes de la naturaleza: por ejemplo, para descalificar a quienes rechazan la generación espontánea las bachichas se multiplican con asombrosa e inexplicable rapidez sobre los suelos menos fértiles. Además, a diferencia de otras manifestaciones de la brevedad —como las moronas y las morusas— la importancia de la bachicha aumenta de manera inversamente proporcional a su tamaño mientras se fuma un cigarro: a menos bachicha más necesidad de ella, más nostalgia de un instante fugaz que está por terminar.
Término con que se designaba antiguamente el traje de baño en algunas regiones de Boyacá para bañarse en el río o en la piscina. Originalmente era un camisón utilizado por las mujeres, pero posteriormente su uso se generalizó tanto a hombres como a mujeres. Si bien el término ha entrado en desuso por parte de los jóvenes de la región, es referido con jocosidad por sus habitantes en su círculo familiar o de amigos: “No olvides llevar tu chingue para bañarnos la cosa más buena”.
Dicho de una persona que toma una actitud de enojo sin una razón real. La sensibilidad y el escándalo son sus rasgos característicos. Un chintinoso es tan atento a las nimieda- des que es imposible darle gusto en casi nada porque es escrupuloso con casi todo. La insatisfacción los perseguirá por siempre. Ejemplo: “Eres bien chintinosa mamá, ninguno de mis novios te gusta para mí”.
Una palabra que no permite equívocos o que los permite todos. He escuchado a mucha gente usarla de manera indiscriminada y mal, como “mamalonche” o como “ñengo” o “tínguaro”. Cada una de estas palabras merecería una discusión aparte, pero para canchar hay que tener una disposición ontológica. No cualquiera cancha y soporta el peso del otro. Canchar va más allá de cargar. “¿Quieres que te canche?” implica un grado de empatía, de confianza y respeto por el otro. No todos canchamos o podemos canchar. Sólo los elegidos, sólo los que han alcanzado el grado de sayayín tienen el derecho. Que los mortales, los otros, carguen o levanten.
“¡Meto...!” es la expresión más típica de la provincia panameña conocida como Chiriquí. El término en sí es una interjección que responde con asombro, incertidumbre o inquietud ante algo que ha sido comunicado. Puede denotar sorpresa: “ —¿Sentiste el temblor? —¡Meto!”. Entusiasmo por una noticia: “¡Chiriquí campeón meto!”. Disgusto: “¿No escu- chas lo que te digo? ¡Meto!”. Pero sobre todo, indica valentía: "¡Meto! Yo puedo con lo que venga porque ni eso ni nada me asusta".
Adjetivo que representa un poderoso modelo cultural en el costarricense de nuestros días. Es el factor determinante en toda relación interpersonal y laboral. El abuso del pobrecitico facilita el acceso a posiciones importantes de trabajo, tanto al incapaz como al corrupto, al irresponsable como al indisciplinado, y a todos aquellos parásitos sociales que carcomen las bases de nuestro sistema democrático. Con la manipula- ción del pobrecitico se conquistan curules, altas funciones públicas y la corrupción, la criminalidad y el narcotráfico han echado profundas raíces en el suelo costarricense.
Se utiliza como primera reacción ante un aviso sorpresivo y en muchas ocasiones des- proporcionado o inverosímil: “—¿Supiste que renunció el gobernador? —¡Pa’su mecha! No lo sabía”. El término comenzó a usarse como una contra factura pudorosa o familiar que sustituye expresiones más soeces como: “¡Pa’la madre” que implica la elipsis del verbo nefando: “Su puta madre”. Esto ha permitido a la frase entrar en círculos familiares o incluso infantiles. Su contracción ínfima es: “Pa’su” y “Ah su”, que implican sorpresa y ánimos para que siga el interlocutor con el relato.
Órgano reproductor masculino, también conocido como guasamalleta, verga, chimbo o, más modestamente, pene. Proviene del sacramental ¡Mon Dieu! que exclamaban las prostitutas francesas al enfrentarse con el miembro descomunal de los jamaiquinos que trabajan en las plantaciones bananeras de la región Caribe colombiana, traídos al continente a principios del siglo xx debido a su vigor infatigable, como ejemplo para la semiesclavizada mano de obra local: “Mira que tiene cipote mondá”. También se usa para hacer referencia a algo que causa asombro: “Este libro es la mondá”.
Verbo acomodaticio que lo mismo puede provenir del castizo ahuchar o azuzar (“deja de cuchilear a las gallinas que no van a poner hoy”) o del más arcaico rejondear, alejar o mover de lugar (“no me andes cuchileando mi monedero que luego no lo encuentro cuando lo ocupo”). Sin embargo, su uso más común en el Valle de Atemajac es como expresión imperativa: ¡Cúchila! / ¡Cúchala!: 1. Orden o mandato que tiene por objeto mantener la paz social intergeneracional de la gran familia tapatía: ¡Cúchila para otro lado, escuincle molón! 2. Locución básica que se presenta en las interacciones entre los tapatíos y otros animalitos del Criador.
Los caleños nombran así al agua a base de una fruta tropical dorada, de pelusa urticante, achatada en uno de sus polos. En las tardes rumberas a finales de los 60 y aún más de los 70, el “agüelulo” fue un agua milagrosa: ponía a los manes a “azotar baldosa” y a las hem- bras a mover el culo. Aquellos eventos rumberos, por extensión, por esas metonimias de la vida, pasaron a denominarse “agüelulos”. Al acto de ir a “tirar paso” se le llamó “agüalulear” y a los chachos y chachas que hasta se escapaban de sus casas y del colegio por acudir a la cita frenética del ritmo salsero “agüaluleros”.
El piquito es un beso que imita al choque de los picos de las aves. Puede ser inocente, tierno, pícaro, rápido y fácil de ejecutar. Ciertos grupos de amigos íntimos lo usan como saludo, y aunque no es bien recibido por todos, en algunas familias es una expresión de afecto, sobre todo entre padres e hijos. En el ámbito deportivo se utiliza como festejo ante una victoria y en los programas televisivos como una acción picaresca. En las parejas representa un saludo o una tregua y es la reafirmación del vínculo afectivo en sí de forma cariñosa, sincera y rápida: con un piquito.
Adverbio adverbiado cuyo objeto es enfatizar algo que en sí mismo ya es un énfasis. En la escuela nos enseñan que los adverbios no aceptan el sufijo -mente como los adjetivos. “—¿Nunca? —pregunta el pupilo. —Nuncamente —responde el sofisticado profesor”. El tapatío lo usa sólo en situaciones que lo ameritan, pues es sagrado. Su fin es el de rematar promesas vacías, tanto el que la dice como el que la escucha están en el entredicho de que lo declarado podría no ser serio. // “Nuncamente” es el único legado trascendente del ex gobernador Alberto Cárdenas Jiménez, en forma de discurso.
Amigo, forma de tratamiento para referirse a un compañero muy allegado: “Con los parceros hicimos un trato: todo lo que consiguiéramos era para todos, nadie podía rebuscarse solo. Si uno busca entre las canecas, si uno le hace el rápido a un turista, si uno se jala un vidrio, para no pelear lo mejor es que a todos nos toque todo” (Molano, 2001: 88). También puede se un amigo íntimo, compañero inseparable (Castañeda y Henao, 2015: 89).
Tubérculo comestible incorporado al habla como calificativo de algo que de tan fácil no requiere gran esfuerzo ni preocupación: “El examen va a estar papa”. En el ámbito del deporte, eufemismo para señalar la ubicación del rival más imbécil: “Tira la pelota por la derecha, ahí está la papa”. Antepuesto el pronombre qué, forma una voz arcaica que cuestiona la verosimilitud de un relato, con el respaldo teórico del escepticismo callejero: “Dijo que él solito construyó su casa en un mes, ¡qué papas!” Interjección que equivale a un sí entusiasta, contundente; dícese, aunque ya poco, cuando sin óbice una propuesta acéptase: “¡Papas!, nos vemos mañana en el Parque Rojo”.
Cuentan que como los niños del Hospicio Cabañas no querían comer, una monja inventó este postrecito con harto huevo, leche, canela y azúcar, más aguado que un flan pero más cremoso que una crème brulée. Para llegar al interior de la jericalla hay que romper su sello distintivo: una capa dorada en el horno. Por las mañanas se vende en los puestos de jugos, pero su fama se debe a que corona la típica comida en una fonda o cenaduría, como refiere el personaje de la canción “La tapatía”, de El Personal, que luego de zamparse tostadas, sopes, atoles y tamales ruega a su amado: “¿Sabes qué quisiera, m’ijo? Que antes de que yo me vaya, cómprame una jericalla”.
Presencia física de aura grisácea. Aquel que pudo haber sido y no fue. Un volcán apagado, tibio y baboso, lento, sin teoría, tema o anécdota. Conocedor del clima, eso sí, y de algunos más de los lugares comunes indispensables para tener una conversación con un cebo par. Es el extra de la película: olvidable pero necesario. Quien se sabe cebado se guarda en el anonimato, procura estar pero no aportar, tan sólo respira en silencio el aire de otros antes de que alguien lo descubra y diga: “Qué cebo es ese güey”. Se usa también para chistes o situaciones: “Qué puto chiste tan cebo, carajo...”.
Sustituto de casi todo lo creado, el chunche es un comodín para suplir las carencias del lenguaje, que no nuestras, sobra decir. Es metonimia y sinécdoque, recipiente de lo que es y de lo que podría ser. Cualquier objeto puede ser un chunche, pero sus dimensiones guardan ciertas proporciones: una montaña no es un chunche, aunque un avión puede ser un chunchote, de la misma manera que por ese procedimiento un alfiler podría ser un chunchito. El chunche es cercano, cálido, tiene esa característica del costarricense que lo hace asequible; es el amo y señor del español de Costa Rica.
Empecé a beber tequila cuando todavía era un trago barato. Nunca indagué de dónde venía. La identidad nacional me importa un reverendo carajo. ¿Lo tapatío? Bueno, creo que el lugar que se llama así no está en Guadalajara. Además, yo nací y vivo en Zapopan. Ahora tiene denominación de origen y hay quienes distinguen el destilado de agave tequilana weber azul del simple huachicol de caña teñida. No es mi caso. Ah: se toma solo, derecho —es decir: en un caballito, que es mucho mejor que esa copa chaparra y panzona en la que dizque se aprecian más sus virtudes, pero ¡cuáles pinches virtudes si es tequila y el tequila es vicio o no es nada! Y cualquier otra cosa sólo es literatura.
Para los fuereños, la palabra “biónico” le remite a una especie de sistema biológico- electrónico tecnológicamente muy avanzado. Para los tapatíos, significa un preparado que puede servir de desayuno, cena o tentempié a cualquier hora del día. Se compone de fruta picada que varía según la temporada, pero de base incluye papaya, manzana, plátano y melón. Hay dos variantes, el light, con yogurt, y el tradicional, que lleva una deliciosa crema dulce y es coronado con semillas y cereales. Tiene un gran contenido energético, por eso se cree que su nombre está inspirado en la serie estadounidense de los años setenta La mujer biónica.
Mote del equipo de futbol Guadalajara. Su origen se remonta al titular de la crónica deportiva “Jugaron a las carreras y ganaron las chivas” aparecida en 1949 en el diario El Informador al día siguiente de un terrible partido protagonizado por el Tampico y el Guadalajara. En la crónica se hacía eco de las burlas de los aficionados del Atlas, quienes decían que los jugadores del Guadalajara eran sólo unas chivas brinconas. No se sabe si directivos y aficionados del Guadalajara adoptaron el mote para que no tuviera una trascendencia negativa.
Momento incómodo en que un comentario o situación desata una vergüenza repentina. Por ejemplo, cuando los padres presentan por primera vez a su pequeño hijo a algún familiar o amigo y aquél se esconde tras las piernas del padre o la madre. “Ya se chiveó”, dice alguien. También sucede cuando se reciben elogios, tal vez merecidos, pero que a quien los recibe le parecen exagerados o fuera de lugar y viene una reacción de apocamiento. Otro momento incómodo suele pasar cuando la persona que nos atrae lanza un piropo o alabanza respecto de alguna cualidad o aspecto físico nuestro. La pena, el sonrojo, el chiveo, pues, son inevitables.
Se refiere a algo que molesta o desagrada: “Ya no soporto a tu tiznada madre”; a cualquier cosa que no se encuentra: “¿Dónde estará la tiznada llave?”; una situación muy compli- cada: “Lo de terminar el libro está de la tiznada”; un lugar tan distante que queda “hasta casa de la tiznada”. Irreemplazable expresión de hartazgo definitivo: “Vete mucho a la tiznada”. Palabra mágica y personalísima, si decimos “¡Me lleva la tiznada!”, habremos liberado al espíritu de todo hollín, de todo humo, de cualquier tizne.
En el castellano peruano, nombramos a la colilla del cigarro o a un cigarro a medio fumar, con la palabra pucho, del quechua puch’u que significa sobrante o residuo. Muchos jó- venes de clase media o alta usan el término para hacer referencia a un cigarrillo entero. Ese mismo uso lo aplica Jaime Bayly en su opera prima: “Me va a hacer bien dar una caminata. De paso que aprovecho para fumarme un pucho”. También usa para dar cuenta de algún evento que pueda cubrirse en plazos: “Tranquilo, amigo. Te juro que te voy a pagar, aunque sea de a puchos”.
Frase coloquial para referirse al abuso, acoso o estafa que se comete contra alguien: “Lo cogieron de congo en ese negocio”. También se utiliza el verbo conguear en todas sus formas: “Lo conguiaron al comprar ese auto usado”. En “la cultura del juega vivo”, el congo es la persona víctima del agravio. El posible origen del término está ligado a la traída forzosa de esclavos africanos, procedentes de la región del Congo durante la época de la colonización española para realizar duras faenas de trabajo. Hay que estar apercibido y no ser congo de nadie.
En Colombia es sinónimo de cortejar. A la llamada instintiva e irresistible que impulsa a alguien a conquistar a otra persona, la comparamos con el arte taurino. También requiere esfuerzo y técnica. Hay que pensar en los piropos, las invitaciones, el baile, el regalo, el traje adecuado, el perfume y un sinfín de minucias que hacen parte de la faena. Cuando la persona amada está aturdida con tanto galanteo, el pretendiente salta al ruedo, arriesgándolo todo, y si merece oreja (es decir, si lo dicho al oído satisface el orgullo y la vanidad de la persona pretendida), conquista su corazón.
Con este nombre se denomina a los trabajadores informales que venden en las calles artículos diversos y productos comestibles como dulces, frutas y otros. También se les llama así a quienes salen de sus casas a buscar una “chiripa”, es decir, cualquier oficio que encuentren y por el que puedan recibir algo de dinero. Incluso, cuando profesionales realizan trabajos menores y puntuales, se suele decir que encontraron una “chiripa”. És- tas labores se caracterizan por ser ocasionales, transitorias y poco remuneradas.
Guácala, esa palabra de uso coloquial, acompañada por signos de admiración y una expre- sión facial inconfundible. Se da en ese preciso momento en que una sensación de desa- grado invade tu cuerpo y como respuesta arrugas la nariz, encoges los hombros, cierras los ojos y giras un poco la cabeza, todo al mismo tiempo y exclamando ¡Guácala! Recuerdo cuando era niña a la hora de la comida, el guácala siempre se hacía presente: “¡Guácala, yo no quiero hígado!”, ¡Guácala, eso es asqueroso!”.
Sólo por debajo de las culichis (“mucha nalga y poca chichi”, las nativas de Culiacán) las tapatías presumen de ser las más generosas de sentaderas. Lo interesante de su uso es cómo revela una idiosincrasia, y en Guadalajara son las mujeres quienes la utilizan más. Dicha con envidia, o para denotar un leve exceso, e incluso como reconocimiento a la otra, señalan a las petaconas sin condenarlas pero refiriendo tácitamente la carga que les significa: sus biografías siempre estarán llenas de miradas lascivas, de piropos callejeros, de deseos frustrados, de suspiros; como una maleta, un amuleto o una cruz, llevarán consigo el efecto de sus caderas, para bien y para mal.
Fruto del guamúchil, un árbol de gran altura y tronco caprichoso. Contenido en una vaina, su cuerpo carnoso recubre las negras semillas. Cuando maduro, es blanco, dulce, pero puede adquirir un tono de rosado a rojo rubí. La vaina se hincha hasta que se abre y se desgrana en las alturas. El mejor instrumento para bajar guámaras es el gancho guamuchilero, hecho de carrizos de más de tres metros, al que se amarra en la punta un gancho de ropa. Su alto contenido de proteína provoca gases después de ingerirlo. Su recuerdo permanece en el aliento, por eso no a todos les gusta comerlas. Nunca debe comerse verde pues es enchiloso, agarroso y aún más flatulento.
Adjetivo usado para enfatizar y precisar. Se deriva de puro(a) que el DRAE define en su sexta acepción como “Mero, solo, no acompañado de otra cosa”. De manera que “la mera verdad” pasa a ser “la pura verdad”, quizás como un resabio de nuestra impoluta tradición. Paradójicamente el énfasis se realiza con un diminutivo, y pura pasa a ser purita, aunque el tapatío siempre tan generoso exacerba el diminutivo en puritita. Una generosidad pichicata que caracteriza a ciertos sectores tapatíos, y ésa es la puritita verdad.