Reza un viejo tango: “Como en tu calesita que desgranaba tangos / mi suerte fue sortija que siempre se negó / y del rodar fulero por calles de la vida / hoy traigo a mi regreso cachuzo el corazón”. Podríamos pensar que el protagonista de esta historia vuelve con el corazón hecho pedazos. Otros lo consolarán diciéndole que lo tiene averiado, agrietado, deteriorado, envejecido...Todos adjetivos que concluyen que la persona, el animal o la cosa andan por ahí a la espera de ese otro que lo auxilie, componga o acicale. A veces también tenemos cachuza el alma y ahí salimos a intentar recauchutarla.
Proxeneta. No hay cafiolo sin prostituta. La luz de la luna relampagueó sobre el filo de dos cuchillos entrelazados. Eran dos cafiolos, inicios del siglo XX, Buenos Aires, disputando la posesión de una pupila polaca, que sin entender el idioma aguardaba mientras se ajustaba inquieta la pollera negra. Le prometieron prosperidad pero descubrió que sólo tendría un dueño al que debería fidelidad y sólo recibiría el 35 % de cada trabajo. No quiso saber el resultado de la disputa. Se recostó en una pared apenas iluminada por un farol, se alisó un bucle del pelo y tarareó una antigua canción polaca.
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Ilustrador

Carlos Nine
Escritor

Carlos Nine
Un bondi es una caja rectangular con ruedas, motor, puertas y ventanas que adentro contiene a mucha gente, a veces poca gente y a veces, demasiada gente. Es un vehículo que está hecho para llevar y traer a las personas. La palabra bondi también significa que algo es un bardo, o una situación complicada que te toca vivir. Salvo eso, viajar en bondi es lindo. Si te subís un día tranquilo, te agarrás un asiento, te podés sentar y ahí sí que te sentís un ciudadano del mundo. Mirás por la ventanilla las calles, la gente, las casas, los carteles (los leés a todos) y ves cómo pasa la vida.
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Andrés Casciani
Escritor

Lizzet Vejling
En su Diccionario Lunfardo, el escritor José Gobello reseña que la palabra chabón es una síncopa del español chambón que se utilizaba tradicionalmente para descalificar a aquellas personas escasas de habilidad o muy torpes. Actualmente podemos sostener que aquel chabón peyorativo, insultante y descalificativo que se empleaba para agraviar a otra persona, en los primeros años del siglo xx, en la ciudad de Buenos Aires, ha ido mutando a un término amigable, inofensivo y que sólo sirve para dirigirse a alguien reem- plazando temporalmente su nombre.
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Ariel Damián González
Escritor

Claudio Carlos Volpintesta
Un descachile es un tremendo desorden en la organización temporal, un programa o agen- da, o en cualquier espacio físico, por ejemplo, un ropero, una habitación o un patio. Del sustantivo descachile deriva el adjetivo descachilado para designar a una persona desor- denada o un sitio desorganizado. El descachilado típico no pasa inadvertido porque anda por la vida despeinado, con la ropa descuidada o mal elegida para la ocasión, se olvida de todo por el camino, llega tarde a sus compromisos con la frescura de quien lleva una vida impecable y deja rastros de su desorden por donde va.
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Mauro B. Goode
Escritor

Sonia Krumm
Los había lujosos, atendidos por bellas señoritas, y otros pequeños y sucios, atendidos por señoras con décadas en el oficio. En los quecos, campesinos cansados de arrear ovejas bebían hasta desmayarse, y las mujeres les robaban y mentían diciendo que habían hecho crujir la cama. Marineros y obreros iban a beber con amigos, a abrazar mujeres de tierras lejanas y a escuchar las melodías del tango y la falsa alegría de la cumbia. No era raro ver llorar en los estaños a hombres que nunca lo habían hecho sobrios, porque extrañaban el beso de sus madres o porque habían sido malos padres.
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Omar Hirsig
Escritor

Federico Rodríguez
En la jerga lunfarda aumentativo de biaba, fuerte golpe dado con el puño. Golpe que emplea el biabista (asaltante que apela a la violencia), para atacar a sus víctimas por atrás y por el costado derecho. Puñetazo, sopapo, paliza fuerte. Perder en el juego. En la actualidad, darse la biaba equivale a arreglarse, acicalarse, abusar del uso de maquillaje, teñirse el pelo. Drogarse.
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Raquel Pumilla
Escritor

Jorge Saab
Escritor

Edgar Morisoli
El piquito es un beso que imita al choque de los picos de las aves. Puede ser inocente, tierno, pícaro, rápido y fácil de ejecutar. Ciertos grupos de amigos íntimos lo usan como saludo, y aunque no es bien recibido por todos, en algunas familias es una expresión de afecto, sobre todo entre padres e hijos. En el ámbito deportivo se utiliza como festejo ante una victoria y en los programas televisivos como una acción picaresca. En las parejas representa un saludo o una tregua y es la reafirmación del vínculo afectivo en sí de forma cariñosa, sincera y rápida: con un piquito.
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Lionel Zanarini
Escritor

Ginés González
Hacer un escrache o escrachar es hacer públicos los males de alguien. Te escracho cuan- do cuento en una reunión un secreto que tenías muy bien guardado. Es decir, te mando al frente. Escrachamos, en Argentina, a los genocidas libres e impunes, a los cómplices, a los responsables que se esconden y no dan la cara. Se escracha con pintura en las paredes, con fotos en las redes sociales. Se escracha, sobre todo, con palabras.
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Gabriel Fernández
Escritor

Juan López
Las palabras dicen de nosotros más de lo que creemos, por eso veamos La Misión (Roland Joffé: 1986) y escuchemos Gurisito Costero, y encontraremos el adn de nuestra habla que nos lleva a los guaraníes, quienes denominaban “Ngiri” a sus niños. Esta es la señal de los cruces entre inmigrantes y aborígenes que aún iluminan 524 años de recorrido, e identifica las provincias de Corrientes, Misiones, Formosa y Entre Ríos, donde predomina. Dejá —sólo por cinco minutos— el Jergario Latinoamericano Ilustrado y escuchá pues Gurisito Costero de Linares Cardozo y ahí —en la música—, volvemos a encontramos.
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Carina Amarillo
Escritor

Julio César Vega
Del lunfardo apoliyar, dormir. Chorro: ladrón. Invisible a la carta, el que no tiene ganas no lo ve. Quiere ser chico pero lo necesitan grande. Pocas veces la hora de la leche se clavó tal apoliyo. No carga apuro. Los abrazos que no le dieron acogotan de a ratos al ladrón de chiches. Contra todo letrazo que le sacuda el diario, habla un idioma nuevo. Aunque es puro presente, el pibe chorro va hacia adelante con todos los demás pibes, con todas las pibas, porque un futuro no se le niega a nadie y porque hacia atrás no hay nada.
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Chelo Candia
Escritor

Rafael Urretabizkaya
El pispeador es un tigre que lanza las zarpas de los ojos para capturar un instante se- creto, indecente e inesperado. Quien pispea es impulsado por una curiosidad tan efímera como el esfuerzo que invertirá en saciarla. Ya sea en la pantalla de un celular, en el exa- men que resuelve el estudiante vecino, o en el escote de la novia ajena, el pispeador se juega a todo o nada para atrapar una imagen y como el ladrón que se lleva una flor de un jardín, sigue su paseo errante atesorando la imagen pispeada. El tiempo del pispeo es el del suspiro y su espacio el travelling de la cámara en movimiento.
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Manuel Gasparri
Escritor

Federico Ferroggiaro
Vocablo nacido en 1945, cuando miles de argentinos se reunieron en la Plaza de Mayo en apoyo a Juan Domingo Perón. Muchos llegaron con su ropa manchada por los productos y las máquinas operadas en los talleres industriales donde trabajaban. El término se usó despectivamente por las clases sociales altas para designar a personas sin educación formal, y luego para reivindicar la identidad de los sectores populares adscritos al pero- nismo después de que Eva Perón se refirió con afecto a la multitud como “mis grasitas”. Hoy, aplicado a persona o cosa, se asocia al gusto ostentoso de los nuevos ricos.
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Eduardo Maicas
Escritor

Editorial UNIPE
¡Qué bolonqui explicar bolonqui! Bolonqui es el vesre de quilombo, es una palabra bien lunfarda, como feca, jermu y tantas otras. Es más argentina que el propio quilombo. Un bolonqui es algo que se presenta difícil o una situación que no podemos resolver. Decimos también bolonqui cuando hay mucho desorden en un lugar. Es sinónimo de lío, pero más coloquial. A diferencia de quilombo, bolonqui tiene una connotación positiva o al menos, no muy negativa. También la usamos para referir al significado primero de quilombo, el de prostíbulo, pero lo más habitual es escuchar la frase: ¡Qué bolonqui!
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Juan Lázaro Rearte
Escritor

Andreína Adelstein
Pupocéntricos, viene de la manera popular de llamar al ombligo: pupo. “Lo que ocurre es que somos demasiado pupocéntricos”, dijo Susana Malcorra de los argentinos. ¡Con un simple trazo dibujó a la perfección esto de sentirnos el ombligo del mundo! “La argentini- dad al palo”, como dice un tema de Bersuit Vergarabat, alardea con sarcasmo acerca de la viveza criolla, cantándole a la calle más larga, el río más ancho, las minas más lindas del mundo, el dulce de leche, el gran colectivo, la birome, el Che, Gardel y Maradona que son los numberone, como también lo soy yo, argentinos ¡Gracias a Dios!
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Ezequiel Alejandro Padilla
Escritor

Hernando María Linari
En la ciudad de Santa Fe, Argentina, se le llama porrón a la cerveza envasada en botella de litro, cuando en cualquier otra parte, la palabra es utilizada para designar medidas me- nores. Todo santafesino que no estuviera avisado de la diferencia se encontrará, si pide un porrón en Buenos Aires, con una sorpresa y hasta con un problema: una botella más chica y más cara. El término ha devenido acción: porronear, le dicen en Santa Fe al acto de tomar una cerveza cualquiera sea su envase: “Porroneamos hasta las mil de la noche”.
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Virginia Martí
Escritor

Francisco Bitar
Dícese de la costumbre argentina de hablar con la más absoluta seguridad de un tema del que no se tiene la menor idea. Es especialmente empleada a la hora de convencer, vender o demostrar maravillas de una persona, producto o servicio, muy por encima de sus verdaderas posibilidades. Se utiliza el chamuyo para referirse al arte de seducir al sexo opuesto por medio de dulces promesas, hazañas inventadas, humor inesperado o, simplemente, por cansancio. Los argentinos se jactan de esta acepción de chamuyarse a una mina; pero es justo decir que, en el fondo, se están chamuyando a ellos mismos.
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Mariana Nemitz
Escritor

Diego Golombek
Los boludos eran gauchos que, armados de boleadoras, avanzaban como fuerza de choque. El dotado de grandes testículos se mueve lentamente por la dificultad que el bulto entre piernas le impone; la impedimenta pasa a lo mental: los boludos son lentejas, tontos. Se impuso el imposible femenino, boluda. Boludo se usa como vocativo: “Boludo, mirá si hay luz” o sinónimo afectivo de pibe o amigo. Boludear vale como huevear. Hay tipos de boludos: el boludo alegre, inconsciente de su condición; el boludo campana porque es tan, tan, pero tan boludo; el boludo digital que webea por la red, etcétera.
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Osvaldo Berenguer
Escritor

Pedro Luis Barcia
La tierra más feroz de Argentina; región que esperó muchos años para ser nombrada, arrancada de la calidez de los amigos y llevada a la intemperie de la cultura. La Norpampa es un nudo de extrema belleza. Lo que se cuenta acerca de él es mayor que la realidad. Hacienda baguala, campos ganaderos y el verde de tanto rigor, desnudando la gran promesa de la pampa. Sus artistas tienen sus rasgos esenciales porque han estado y están enfrentados a un desierto cruel. A la sombra de éste bosque de soledades anduvieron los seres fecundos de la cultura que salen de los brazos de sus creadores.
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Lucrecia Soledad Rodríguez
Escritor

Edna Pozzi
Parece que a los sanjuaninos nos gusta que lo importante, descabellado e impensable tenga duración. Así surgió niño, pronunciado con un alargamiento vocálico en la i [ni:ño], como el término perfecto para armonizar sentires encontrados y desencontrados. Se usa “Niño, no digás” o “Niño, qué cosa” en situaciones increíbles como la muerte de algún conocido o un accidente fatal. “Niña, ¿qué te pasa?” para reprochar una conducta. Para rechazar de manera contundente: “No, niño”. Cuando se exageran situaciones o personas, surge con espontaneidad un “Ay, niña” como alerta a bajar el tenor de la charla.
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Cosa Rara
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Laura Villavicencio
Mujer que besa con los labios húmedos, la lengua ardiente y el corazón en brasas. El beso de la besuquera es hechizo, mantra, bálsamo, lujuria, promesa eterna y paraíso inmediato. La besuquera disuelve el tiempo con sus besos y alimenta los deseos con el néctar de su boca, uno sólo de ellos alcanza para vencer a la pesadilla negra de la soledad. A cualquier hora, en cualquier lugar, su beso mágico disuelve el mundo ante nuestros propios ojos y nos sumerge en un abismo de placer y amor que duran para siempre y después también.
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Daniel Baino
Escritor

Carlos Balmaceda
Falso, fraudulento. Probablemente deriva del italiano trucco, que significa maquillaje. Se utiliza para señalar que algo no es original sino copia barata, de mala calidad, ilegal o de contrabando, y para referirse a alguien que aparenta ser lo que no es. Su versión sustan- tiva femenina, trucha, tiene la curiosa acepción de boca. Como adjetivo, trucho se ha ganado un merecido lugar en el bondi de la Real Academia Española. Bondi: colectivo, bus.
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Huadi
Escritor

Luis Quevedo
El sabor de nuestra lengua