La lengua es un extenso y diverso territorio por donde atraviesa la cultura toda y en el que se manifiesta casi cualquier faceta de la vida cotidiana. La lengua es patrimonio intangible de los seres humanos y de ella los hablantes somos los únicos dueños y cuidadores y, por eso, con ella, y gracias a ella, los hablantes podemos jugar, crear, recrear e inventar palabras, jugar a escribirlas de muchos modos, mencionarlas o situarlas en nuevas y distintas dimensiones, para encontrarnos con ellas y reconocernos en ellas. En ese juego, la lengua nos permite regocijarnos e identificarnos en lo que compartimos con otros hablantes y en lo que nos hace únicos y distintos del otro.
El Jergario latinoamericano ilustrado, convocado y coordinado por Sayri Karp, como presidenta de EULAC, es una prueba de la capacidad de juego de los hablantes con su patrimonio y una prueba de cómo las palabras nos dan existencia e identidad, nos hacen partícipes de una cultura patrimonial común, a la vez que nos ubican frente a la otredad.
El libro es un ejercicio lúdico cultural que nos asoma a las identidades múltiples en que vive y existe la lengua española en el continente americano, así como a las identidades múltiples de la lengua romance más próxima y hermana de la nuestra, el portugués, en este caso, el brasileiro.
Cosa sabida: lengua, pensamiento y visión de mundo son tres aspectos inseparables del ser humano. Es decir, la lengua es el soporte de nuestra visión de mundo y de nuestra identidad, o, en otras palabras, somos como somos porque hablamos una determinada lengua, más concretamente, porque hablamos una determinada variante dialectal de una lengua. Diferentes elecciones de hablar y escribir –elecciones de palabras de las universidades participantes–, se deben a diferentes modos de entender la realidad y a diferentes puestas en relieve de la realidad de cada quien. Lengua y visión de mundo contraen un sutil vínculo, inconsciente en la mayoría de los hablantes, pero puesto en funcionamiento día a día a la hora de hablar o escribir una lengua.
Es decir, la realidad existe porque tenemos capacidad de nombrarla y hablar de ella. Todas las tradiciones culturales están llenas de referencias orales y escritas que dan sustento a este hecho sabido. Por ejemplo, en la tradición judeocristiana, en los pasajes bien conocidos de la Biblia, Génesis (1:1): “Dijo Dios: «haya luz». Y hubo luz”, o en Juan en su inicio: “En el principio fue el verbo” (1:1), esto es, fue la palabra; y surge de nuevo en la prosa de Alfonso X en el siglo XIII, cuando en la Primera parte de la magna General estoria, leemos: “y como empeçaron a desacordar en las lenguas, así començaron a desacordar en las voluntades y luego en las costumbres”. Esto es, gracias a la palabra existe el mundo, y hablar en unas determinadas palabras –no desacordar en las lenguas– nos otorga una identidad y un modo particular de entender, percibir y sentir.
Esta obra echa sus raíces, por tanto, en la más antigua tradición cultural de nombrar para existir, pero añade a la “creación” y “existencia” de palabras –las entradas del Jergario– las asociaciones de vida que ellas traen a quienes las escribieron. Y el libro echa además sus raíces en el principio bien conocido de la semiótica de que toda obra es una obra abierta, porque siempre deja resquicios para que el lector imagine, interprete, aporte o complete lo que el autor escribió. La obra tiene, además, un carácter dialéctico interesante, porque no sólo estamos presentes los hablantes con nuestro hablar coloquial y con la conceptualización subyacente a ese hablar, sino que está presente, muy presente, el oyente, el otro, a quien nos acercamos, queremos o enfrentamos día tras día para crear y recrear la fuerza expresiva del lenguaje.
Los hablantes-autores-ilustradores de este libro, profesionales de muy diversas latitudes, convocados para realizar un ejercicio lúdico, aceptaron el juego lingüístico y jugaron con su lengua y sus recuerdos. Y tan es una obra abierta, que las palabras traídas a la memoria del lector van acompañadas con imágenes. El libro es, en suma, una sinestesia, curiosa e inesperada al pasar de las páginas, de oído, habla, memoria y vista. Muchos lectores esbozaremos, seguramente, una sonrisa cómplice porque nos veremos reflejados y nos sentiremos identificados en las palabras, en las locuciones que ellas construyen, en las numerosas expresiones que se crean con ellas, y no nos dejaremos de sorprender con las imágenes que aparecen ante nuestros ojos.
Concepción Company Company
Academia Mexicana de la Lengua
El Colegio Nacional
Prólogo del Jergario Latinoamericano Ilustrado